La estanflación es un concepto económico que implica la aceleración de la inflación coexistiendo con tasas de desempleo elevadas.
El termino fue acuñado en 1965 por el entonces ministro de Finanzas británico, Ian McLeod como fusión de los vocablos estancamiento e inflación en un discurso en la Cámara de los comunes. «We now have the worst of both worlds — not just inflation on the one side or stagnation on the other. We have a sort of ‘stagflation’ situation» (Ahora tenemos lo peor de ambos mundos: no inflación por un lado o estancamiento por otro. Tenemos algo así como una estabulación).
Causas y consecuencias de la estanflación
Formalmente, se determina que existe una recesión cuando el Producto Interno Bruto (PIB) decrece durante dos trimestres consecutivos. Cuando la recesión llega acompañada de alta inflación, el proceso recibe el nombre de estanflación; está considerado uno de los peores escenarios económicos posibles por la dificultad de su manejo y corrección. Las políticas monetarias y fiscales que suelen utilizarse para dinamizar una economía recesiva empeoran el componente inflacionario de la estanflación y las políticas monetarias restrictivas que se utilizan para combatir la inflación tienden a profundizar y ampliar su componente recesivo.
La estanflación distorsiona completamente los mercados y coloca a los hacedores de políticas de los gobiernos y sus bancos centrales en una posición ‘perder-perder’. En la estanflación la recesión suele ser parcial, registrándose simultáneamente el decrecimiento de algunos sectores, como la producción de bienes, junto al crecimiento de otros sectores, como la producción de servicios. Si se trata de una economía relativamente abierta y la inflación viene acompañada de un proceso de devaluación, puede registrarse una contracción de las actividades que consumen divisas y una expansión de las que generan divisas. Esto representa un desafío enorme para las autoridades pues reciben señales mixtas y contradictorias sobre la economía que hacen muy difícil decidir qué políticas aplicar, en qué secuencia y en qué momento tomarlas. «Es lo peor de los dos mundos» dicen muchos economistas.
Evolución histórica
Tradicionalmente, y especialmente después del aparente triunfo de las Teorias Keynesianas tras la Gran Depresión, se aceptaba que la Economía de un país podía verse aquejada por dos grandes problemas: por un lado la recesión, representada con tasas de crecimiento negativo y un alto indice de desempleo. Por otro la inflación, la espiral ascendente e ilimitada de los precios, con lo que suponía de empobrecimiento real de amplias capas sociales y la dificultad en la correcta asignación de recursos en los procesos empresariales.
Estos dos problemas se consideraban incompatibles. No podían coexistir dentro del modelo económico admitido. Y las soluciones parecían claras, tanto desde el punto de vista de la política monetaria como de la fiscal. Para la inflación, subida de tipos de interés y mayor presión fiscal y/o reducción del gasto público. Para la recesión justo lo contrario.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de los años 60, se comenzó a percibir que un nuevo fenómeno se adueñaba de la Economía. Simultáneamente coincidían bajas tasas de crecimiento, o incluso negativas, con una fuerte inflación. McLeod, ministro de Economía del Reino Unido lo bautizó como estanflación y Milton Friedman fue uno de los pocos economistas que advirtió que las soluciones clásicas estaban condenadas al fracaso. Si se recurría a políticas de contracción de la oferta monetaria y a la reducción del gasto público, el aspecto de desempleo y recesión se agudizaba, con la consecuente presión social. Si, por el contrario, se apostaba por una política de incremento del gasto público y por unos tipos bajos, la inflación se disparaba profundizando en la estanflación y elevando el número de parados futuros.
La estanflación se convierte en un dilema para la política monetaria que debe elegir entre las medidas normalmente usadas para incrementar el crecimiento económico y aumentar por tanto una inflación desbocada o políticas para luchar contra la inflación que reducen la actividad en una economía en situación de paro. Normalmente los bancos centrales deben elegir entre reactivar la economía o drenarla mediante el ajuste del tipo de interés del dinero, siendo este su principal cometido. Reducir el tipo de interés provoca un crecimiento económico pero esto dispara la inflación, aumentar el tipo de interés permite luchar con la inflación pero reduce el crecimiento económico. En la estanflación se dice que ambos problemas coexisten.
Parte de la dificultad a la que los bancos centrales se enfrentan en la estanflación es que la misma ocurre selectivamente en distintas clases de activos. Por ejemplo, a finales de 2007, los valores de las casas en EE. UU. empezaron a caer (deflación) mientras los precios del consumo comenzaron a crecer (inflación). Los esfuerzos de la Reserva Federal (dígase el Banco Central de EE. UU.) para evitar la caída de los precios de las viviendas fueron dirigidos a reducir el tipo de interés para hacer las hipotecas más asequibles. Esto provocó que los consumidores tuvieran más dinero disponible al reducirse los precios de los créditos.
¿Cómo afrontar la estanflación?
En definitiva, la lucha contra la stagflation ha de hacerse en el marco de una estrategia integrada que agrupe medidas de política económica importantes y necesarias para combatir la inflación con paro como una política mixta fiscal y monetaria que actúe de forma coordinada y teniendo en cuenta los efectos colaterales; una política de rentas complementaria indispensable esencialmente si se acepta la necesidad de un ajuste a la inflación de los salarios reales; medidas para reducir los costes de ajuste o costes de información en el mercado de trabajo, así como reformas microeconómicas para mejorar la eficiencia de dichos mercados; políticas regionales que principalmente traten de luchar contra el creciente nivel de dispersión del paro, dado que ello constituye un factor inflacionista de importancia; medidas consistentes en cambios estructurales e institucionales y medidas que restablezcan de manera duradera el ritmo de crecimiento de la productividad.
Fuente: https://www.eleconomista.es/